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Plaza de armar de Ciudad de Dios |
Pero es que este pueblo de Ciudad de Dios es todo un interesante asunto desde el día en que se pensó trasladar y reubicar a las personas que vivían de lo más normal en tierras donde vivieron sus padres y todos sus ancestros. Estoy seguro que sus antepasados nunca imaginaron que algún día el pueblo donde pasaron su niñez, juventud, adultez y senectud iba a desaparecer por completo y llegaría a ser sólo un tema de conversación en los casos de narrar una leyenda, un suceso que se pierde en el tiempo para pasar a la lista de lo fascinante de la imaginación, aunque por esto de la modernidad en la comunicación tengan -los desterrados- la mala suerte de recordar cada cierto tiempo lo que en sí fue un hecho consumado. Y no sólo se entiende el dolor sino que se siente. En los habitantes de Ciudad de Dios no se cumple lo de todos vuelven a la tierra en que nacieron, y el orgullo por la tierra sólo es un recuerdo. Chungal y Montegrande yacen bajo las aguas de la represa Gallito Ciego.
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Recordando a Chungal |
De esto hace ya como veinte años, pero los que vivieron en esos lares todavía lidian con la resignación de saber que las quebradas, las colina, los frutales, la plazuela, la fiesta del Niño Dios y de la bajada de los Reyes,... sólo es un recuerdo indómito que produce lágrimas de la más profunda nostalgia. Y, porque sus hijos han crecido sobre estos arenales empedrados, ellos luchan por sentirse hijos -como sus hijos- de este nuevo espacio donde realizan sus labores cotidianas y donde entablan nuevas relaciones de amistad y de negocio.
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Recordando a Montegrande |
Dominus, tú sabes mejor que nadie lo que viven tus hijos. Dales el don de saberse agradecidos por este suelo que los acoge en tu benevolencia.
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