lunes, 9 de abril de 2012

SEMANA SANTA... y el cristiano

Uno en su caminar se encuentra con personas que afirman creer en Jesús cuando en verdad y con certeza les importa un bledo la Semana Santa como espacio de reafirmar esa "fe" que afirman tener.
Bueno, reconozco que soy injusto en mis apreciaciones, pues en realidad al menos estos "creyentes" le dan mucha importancia al feriado, al espacio libre que sirve para pasarla de lo lindo en la playa con unas cuantas cervezas o cualquier licor que dé esa alegría ausente en la ordinaria vida de lo cotidiano, o aprovechan para viajar y deleitarse con las tradiciones de los pueblos en no sé cuántos sitios pero sin involucrarse en los actos de culto porque entonces sólo son turistas disfrutando del folclor y de la cultura (aclaro que hablo de quienes afirman creer, no de aquellos que juran y rejuran que no creen o que les importa un pepinillo todo esto de Jesús y el cristianismo)
Y es que para estas personas -los que afirman creer- la fe consiste únicamente en "creer" que Dios existe y está allá en lo alto del cielo, mirando la actitud de los mortales, hambriento y sediento de oraciones que nos gloriamos de darle de cuando en vez y de vez en cuando, sobre todo cuando hay graves dificultades o cuando a las cosas simplonas se las quiere amplificar porque en el fondo la tragedia y el drama le dan cierto sabor a la vida misma. Claro que este modo de "creer" no es más que un paganismo asolapado producto de no saber ni lo que dicen ni lo que hacen ¿Pero la Semana Santa tiene alguna implicación en si uno cree o no? Pues, sí. El nombre mismo indica algo que denota un, por decirlo así, atrevimiento de quienes nos llamamos cristianos. Semana Santa, semana en la cual meditamos -y para los que no saben o no logran llegar a eso, entendemos- el acontecimiento que influenciaría y marcaría la vida de la humanidad, la vida de cada persona en particular, de aquellos que creen, de los que dicen creer y de los que afirman no creer.
Para los que creen es participación familiar, comunitaria, eclesial, meditativa, orante, de conversión, de evangelización, de unidad alegre entre iguales que claman sin vergüenzas lo que Dios ha manifestado, ha dejado y ha inspirado. De allí las vigilias, las oraciones -porque no existe el cristiano que no ora-, las eucaristías, y todo aquello que nos ayuda a sentirnos agradecidos por tanto bien que nuestro Señor Jesús nos dio inmerecidamente. Para los que dicen creer, pues es vacaciones, turismo, playa, borracheras, y todas las aberraciones que desdicen y desfiguran la fe en Cristo que dicen poseer. Para los que afirman no creer no digo nada justamente porque afirman no creer.
Sólo para los que dicen creer: evalúa tu vida en relación para con Cristo, pregúntate si tus actitudes son compatibles con la propuesta de Cristo o si adaptas ciertas cosas a modo de conveniencia como para adormecer o acallar la conciencia. Pregúntate cuando fue la última vez que hablaste con Cristo, cuantas veces lo frecuentas en un día, o en una semana, porque en serio no existe el cristiano que no ora. Cristiano que no frecuenta el diálogo con Cristo sólo es un simple y penoso iluso.
Has Resucitado, Dominus. Literalmente, has Resucitado. Lo sabemos.

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