viernes, 1 de mayo de 2015

OJALÁ SEPA LO QUE ES LA ALEGRÍA Y LA PAZ



Él creía entender algo de religión y religiosidad – me empezó a contar- y por eso tuvo el valor de hablar y opinar de aquello que sospechaba pero que en esencia no tenía ni un ápice de conocimiento; sólo decía palabras que intuía era la línea recta por donde el discurso debe transcurrir imponente de la mano de la lógica. Sin embargo, cada vez que soltaba una retahíla de frases rebuscadas y con maquillaje de seriedad estaba en la paradoja de si echarme a reír o decirle que su discurso era “muy interesante”. Y cuando culminó de hablar lo único que dije fue “impresionante”.
De todas las sandeces que dijo de aquello que no sabía pero creía saber - continuó su relato- me dejaba como golpeado toda la furia en el tono de sus palabras, el modo de pronunciar como casi escupiendo su desprecio por lo sagrado y su orgullo latente, que asomaba de cuando en vez, de saberse parte de una multitud que crece y crece violenta contra toda expresión cristiana y de donde sume sus “conocimientos”. Tuve mucha lástima de su apología a la destrucción y a la anarquía, de su vida triste y oscura reclamando una especie de desquite a quien le ha hecho tener una niñez frustrante y a “aquel” que se suponía tenía que ayudarle pero no lo hizo. Sí, me dio lástima y no tuve otra cosa para darle en ese momento, aunque creyó ver en mí la derrota de quien no puede combatir un “fulgurante” argumento. Se sonrió con odio y sarcasmo; me miraba como esperando surgir en mí la ira de los vencidos. Miré al suelo; el silencio era grande entre los tres muchachos que estaban allí. Sí, me había acercado a saludarles porque conocía a uno de ellos, un joven que asiste a la catequesis de confirmación y se percató de la mueca y los ojos de furia de este muchacho cuando vio mi atuendo de sacerdote y lo quiso callar cuando empezó a preguntarme que si Adán y Eva sólo tenían dos hijos cómo es que Caín fue marcado para que no lo matarán o cómo es que llegó a un pueblo si se supone que no había nadie más en la tierra; y qué es eso de decir que María era virgen cuando eso es imposible; etc. Pero cuando empecé a decirle que si gusta un día de estos vienen todos y conversamos para aprender juntos, entonces explotó con otras preguntas sacadas de sus sospechas-axiomáticas y de su “orden lógico” de razonar exponiendo un raro discurso que había alojado durante años en su entendimiento y en su corazón. Miré al suelo, y cuando levanté la mirada él sonrió porque le pareció ver en mí la capitulación de un hombre que no puede confrontar “la claridad del pensamiento”, cuando en realidad, mientras decía su perorata esnobista, estaba orando porque algún día conozca la paz y la alegría.

Impresionante, le dije, y él me replicó diciendo que como no tengo nada que decir sólo me quedaba el recurso de invitarle para otro día y continuar la contienda. ¿Y nada más hiciste?, le pregunté y me respondió que no, que solamente le mantuve la mirada que él sentía ser una derrota y las únicas palabra que mencioné fue que oraré por él. Me dijo “¿Sabes, cura? ¡Vete a la mierda!”. El joven que conozco le dijo que se calmara, que no había necesidad de violencia, pero el muchacho se ofuscó tanto que se marchó muy fastidiado y soltando insultos.
Y al culminar el relato y después de imaginar al joven me pareció, Dominus, por un instante verte burlado en la Cruz por quienes te dicen que te salves a ti mismo para creer que eres el Dios Encarnado. Tú sabes, Dominus, que te decía lo mucho que merezco este desprecio por todos los desprecios que te hice cuando muy joven; por todas las veces que me burlaba de cuantos te buscaban; por todas las veces que mi corazón hablaba con mayor ira que la de este joven. Espero, en verdad, que este muchacho llegue a dejarse querer. Lo digo mirándome en el pasado y con la esperanza de que no hay mejor paz, que tu Paz.